Los ciudadanos siguen expresando, en su mayoría, malestar por el corte de árboles en la ciudadela La Atarazana, en el norte de Guayaquil. “Inconcebible la acción de derribar árboles”, “debió existir otra solución”, “es inaudito” son algunos mensajes que hasta ayer estaban registrados en las redes sociales. El Municipio ejecutó esa medida para trabajar en la refacción de aceras, veredas, bordillos, cunetas y la remoción y reposición del sistema de alcantarillado. Según el alcalde Jaime Nebot Saadi, “hay circunstancias donde técnicamente no hay otra solución que trasplantar los árboles. Es lo que se va a hacer con los de La Atarazana. Es lo mismo que se ha hecho con cientos de árboles que hoy lucen frondosos en el Parque Metropolitano de Guayaquil (km 14 de la Vía a Daule)”. Sin embargo, para profesionales de diversas disciplinas es viable sembrarlos en la zona urbana. David Hidalgo, miembro del Selectivo Colectivo de Arquitectura y máster en Preservación de Patrimonio Urbano, reconoce que existen especies cuyas raíces pueden dañar el parterre porque salen a la superficie a buscar agua. Pero el problema no es la planta, sino que se destinan áreas reducidas para la vegetación. “Hay que darle un mayor espacio a los árboles para que crezcan y se desarrollen, lo que implicaría hacer un cambio en el diseño de aceras y calles de la ciudad”, expresa. Por las altas temperaturas del cantón y la humedad -añade este arquitecto- es necesaria la existencia de especies de copa grande, con el fin de que proporcionen sombra. De allí que ve como una pésima idea la siembra de palmeras (como las ubicadas en la avenida Francisco de Orellana, Pedro Menéndez Gilbert y 9 de Octubre). “La regeneración urbana cometió un error técnico. Se trata de crear un modelo similar al de Panamá, Miami y ciudades cercanas a la Costa. No ayudan a generar sombra ni en el tema de purificación del aire”. ¿Cuáles son las especies que requiere el cantón? Nancy Hilgert, ambientalista y académica, considera que sería ideal cultivar especies nativas. Ella piensa que el guachapelí es buena opción. “Es grande, no requiere mucha agua y buscará el suelo salobre”. Además da alimento a la iguana y el colibrí. “Me gustaría que se empezaran a sembrar los árboles de guaba, ciruela, ciruela china, aguacates criollos y guineos. Pueden cultivarse por las avenidas”. En cambio, no recomienda los samanes, debido a que se rompen fácilmente y sus ramas secas pueden caer sobre los vehículos. Tampoco el ficus, puesto que sus raíces buscarían las tuberías de agua potable y alcantarillado. No obstante considera que es posible tener guayacanes. “Podría crearse una calle solo con esa especie”. La mata de mango también es buena idea. De otro lado, opina que la distribución de la palmera “ornamental” depende de la visión del paisajista. “No dan la sombra que quisiera, pero da alimento a los pericos”. ¿Cuál es el efecto de dejar un área sin árboles? Hilgert dice que en ese caso el impacto sería de cambio climático, “se sentiría una mayor temperatura” en el sector, ya que el pavimento y el asfalto negro concentran calor. Por su parte, Nebot ayer cuantificó que Guayaquil actualmente tiene 8,5 metros cuadrados de áreas verdes por habitantes. Mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que lo idóneo es 9 m2. (I)